Después de mil años
vuelvo a estar activa en el blog. El tener una hija ha trastocado profundamente
todas mis prioridades y ha puesto mi vida del revés, pero a partir de ahora
prometo ir publicando entradas… ¡por lo menos hasta que no vuelva a tener otro
bebé! Como no podía ser de otra manera, he estado leyendo libros sobre crianza
infantil, así que de momento lo siento pero seré un poco monotemática e
inauguro un ciclo sobre literatura de crianza con apego.
Había una vez un mundo en
el que la mayoría de los bebés se alimentaban de leche artificial, dormían
solitos en habitaciones propias sin sus papás y éstos no los cogían en brazos
en público porque si lo hacían se les decía que los malcriaban. Incluso a
algunos bebés se les dejaba llorar sin consuelo porque intentar calmarlos era
de flojos.
Los pediatras les aseguraban
a las madres que la mejor leche era la de bote y los profesores hablaban de la
importancia de castigos y límites. En los hospitales dormían a
las madres a la hora de parir y se despertaban con su hijo encima sin haberse
enterado de nada, unos extraños les quitaban a sus bebés para llevarlos a la
nursery y solo les devolvían sus hijos cada tres horas para que mamaran.
Parecía un mundo en el que
los pobres bebés quedaban algo desvinculados de sus madres, un mundo en el que
lo artificial eclipsaba a lo natural.
Prácticamente toda mi
generación y varias anteriores y posteriores creo que hemos sido
criados en este mundo.
Luego está el otro mundo:
el efecto rebote en una parte pequeñita (de momento) de la sociedad y con él lo
que viene llamándose la crianza con apego o crianza respetuosa, donde ese mundo
de antes se ha puesto del revés: el pecho ha pasado a ser el mejor alimento para
un bebé, el colecho (que el bebé duerma con los padres) la manera más saludable
de dormir, y el porteo (llevar al bebé en una mochila portabebés) como lo más
cómodo y adecuado para el niño. Por supuesto, dejar llorar a un bebé ha pasado de
ser algo bueno para sus pulmones a considerarse algo totalmente perjudicial
para la salud emocional de los hijos. En cada vez más hospitales no se separa
al bebé de su madre al nacer, y cada vez las madres van pidiendo partos más
naturales y con la menor medicación posible.
La crianza con apego no es algo extendido a toda la sociedad como sí lo es el mundo descrito al principio, porque este mundo de desapego lleva décadas vagando por la mente colectiva de la sociedad occidental, y es muy difícil deshacerse de todas esas creencias ya tan arraigadas en nuestro subconsciente.
La crianza con apego no es algo extendido a toda la sociedad como sí lo es el mundo descrito al principio, porque este mundo de desapego lleva décadas vagando por la mente colectiva de la sociedad occidental, y es muy difícil deshacerse de todas esas creencias ya tan arraigadas en nuestro subconsciente.
Volver a los orígenes
donde las mujeres conectamos con la parte más instintiva de nuestro ser no es
algo que se pueda conseguir tan fácilmente. A muchas marcas de carritos, de
cunas, de leche artificial, de pañales desechables (están los de tela), etc.
Esto de la crianza con apego no les conviene demasiado, pues pierden volumen de
negocio. En cambio ganan terreno los fabricantes de mochilas portabebé
ergonómicas (las Jané, Babybjorn, CasualPlay y demás no lo son, que no os
embauquen) y el consumo de otro tipo de marcas más económicas y ecológicas.
Evidentemente, no soy tan
ingenua de creer que no se extienda este tipo de crianza solo por los intereses
de ciertas marcas. Los cambios no se dan de un día para otro, porque las cosas
tienen su evolución y hacer cambiar de opinión sobre una cosa ya les cuesta a
ciertas personas, imaginad a toda una masa social, que además está influenciada
por los consejos de las madres y abuelas muchas de ellas defensoras del “no lo
abraces que lo malacostumbras”.
La crianza con apego,
decía, no está muy extendida, pero sí cada vez tiene más adeptos.
Sus portavoces literarios
en España son Carlos González y Rosa Jové principalmente (por lo menos son los
que yo más he escuchado en foros, conversaciones y demás, que seguro que hay
más y quizás mejores que ellos).
De Carlos González ya comenté
su libro Bésame mucho, y ahora me he leído Un regalo para toda la vida, y Mi
niño no me come. El primero es sobre la lactancia materna (que como comentaré,
es un básico para cualquier madre que decida dar pecho), y el segundo trata
sobre la relación entre los niños, sus padres y la comida.
De Rosa Jové estoy
leyendo Dormir sin lágrimas, más que nada porque a mi hija esto de dormir por
las noches lo ve un poco aburrido.