viernes, 23 de enero de 2015

Bésame mucho. Una oda al amor.


FICHA TÉCNICA                     

Título: Bésame mucho
Autor: Carlos González
Editorial:  Angle Editorial
Año de publicación: 2013


GONZÁLEZ CONTRA ESTIVILL, O EMPATÍA CONTRA DESAPEGO
Para quien no conozca a Carlos González, le diría que es un pediatra partidario del piel con piel con el bebé, y que su libro más conocido trata sobre lactancia materna: “Un regalo para toda la vida”. Sin embargo, el libro que reseñaré, Bésame mucho, habla sobre el cuidado infantil en general.
González defiende una crianza en la que se tienen muy en cuenta las necesidades de los niños, y ofrece un enfoque muy diferente al de los modelos culturales aceptados actualmente en la sociedad occidental. Por ejemplo, desmonta la creencia que los niños duerman en la misma cama que los padres es malo para estos, y que además se les esté malcriando. También pone en tela de juicio muchas de las convicciones populares como que si llevas al bebé mucho tiempo en brazos se mal acostumbrará pues también lo estarás consintiendo demasiado.
Este pediatra es un gran detractor de lo que se llama “mano dura”, de poner límites a los niños o de castigarlos.

Por otro lado, es más fácil que hayas escuchado hablar del doctor Estivill y su método, que revolucionó hace unos años el mundo de la crianza de los niños con sus ideas sobre cómo hacer dormir a los bebés. De hecho aún seguimos bajo su estela, pues he escuchado a más de una madre, hoy en día, hablar bien de él.

No puedo criticar en profundidad a este doctor porque no me he leído un libro entero de él, solo algunas citas y los parámetros generales de su método. Pero con decir que él mismo se ha retractado de sus ideas, copiadas de un tal Ferber, y que no las ha aplicado ni siquiera a sus propios hijos, creo que es suficiente. 

¿Porqué hablo de Estivill? Para situar ideológicamente a Carlos González. Es su antagónico. Exagerando términos, y más que nada para ubicar a González, Estivill en comparación sería una especie de sádico sin moral, pues dice que hay que dejar llorar a los niños hasta que no tengan más fuerzas y se resignen.

El pediatra Gonzalez, sin embargo, si lo comparamos con Estivill, sería un hippie colgado, pues aboga por el amor y el colecho para hacer dormir a los bebés, quizás a costa de la paciencia y salud mental de los padres.







BÉSAME MUCHO
El libro en sí está muy bien desde el punto de vista que te ofrece una perspectiva distinta de la que seguramente tenías sobre todo el tema relacionado con la crianza de tu bebé, y te hace reflexionar y poner en duda muchísimos aspectos anteriormente dados por hecho.
Algunos ejemplos o puntos que me han llamado la atención – aunque hay muchos más - serían los siguientes:

1 - No existen niños malos. ¿Es que un bebé puede ser malo? ¿Qué es comportarse bien? ¿No llorar mucho? ¿Si llora mucho ya es malo? ¿Por qué? Personalmente, el solo hecho de formular estas preguntas ya me resulta estimulante para aceptar nuevas ideas.

González dice que googleando “los niños son crueles” salen infinidad de entradas, pero cuando las palabras son “los niños son comprensivos” no aparece ni una sola.
Entonces que haya un autor que defienda de esta manera a los niños como buenas personas, es algo necesario para compensar esta asociación generalizada de niño a algo negativo, que se porta mal o que es “cruel”. En contraposición a numerosos expertos que hablan sobre las malas conductas y problemas de los niños, dando por hecho que son crueles, nos manipulan, son egoístas, celosos, etc. Defiende que los niños son:
·        Desinteresados (pues muchas veces no lloran por tener hambre, sed, por frío o porque se han cagado o meado, simplemente quieren el amor de la madre)
·        Generosos     
·        Ecuánimes
·        Saben perdonar (las veces que los hijos perdonan a los padres son las mismas que las que éstos los riñen o critican)
·        Valientes
·        Diplomáticos (pues dentro de sus prioridades está el jugar o ser feliz, y por ello se olvidan de enfrentamientos o riñas con otros niños o padres, eso les hace ser diplomáticos y desencallar con naturalidad situaciones conflictivas)
·        Sinceros (estamos todos de acuerdo que el disimulo, la astucia y el engaño no forman parte del lenguaje emocional de los niños, más bien al contrario)
·        Sociables (a diferencia de algunos adultos, son capaces de hacer amigos sin importar forma de vestir, raza o nivel social de éstos)
·        Comprensivos

2- La separación de un bebé de su madre puede llegar a ser muy perjudicial para la salud emocional tanto de la madre como la del bebé, en cualquier sentido. Plantea que porqué tiene que estar bien visto escaparse un fin de semana en pareja y sin el hijo y en cambio escaparse sin la pareja y con el bebé es prácticamente inconcebible desde el punto de vista de la aprobación social.

3- Relacionado con el último punto sobre la separación de madre y bebé, la cama familiar o el colecho no tienen porqué ser nocivos.


- No produce insomnio, y que no hay ninguna prueba que lo produzca
      - No causa problemas psicológicos, y que tampoco hay ningún estudio científico que pruebe que los cause 
     - No provoca la muerte súbita. De hecho en Japón, donde la práctica del colecho es algo habitual, la muerte súbita es un hecho bastante infrecuente.


4- El establecimiento de límites  a lo mejor no es algo tan bueno para el niño como nos han hecho creer siempre. Vivimos en una sociedad en la que ya de por sí se les ponen (y nos ponen) límites constantemente: hay que levantarse pronto, ir al colegio, ponerse ropa que no les gusta, comer comida que no les gusta, lavarse los dientes, sentarse con la espalda recta, hacer los deberes, no poder tener el juguete que tiene el vecino, no comer chucherías… El mundo de los niños está lleno de límites. Ponerles más igual es pasarse un poco según el autor. Hacer alguna concesión de vez en cuando puede ser muy sano para el niño desde un punto de vista emocional, pues se queda con la sensación que a veces, puede salirse con la suya.

5.- No está de más pedir perdón a un hijo si nos hemos equivocado en algo. No somos perfectos, nos equivocamos y a veces pedir perdón es lo más lógico, eso no hará que nos respeten menos o que perdamos imagen de autoridad, al contrario: nos respetarán más porque nos entenderán y les ayudaremos a tener más inteligencia emocional.

6.- La frase “una buena torta a tiempo” es sinónimo de justificar el maltrato infantil. En esto estoy totalmente de acuerdo con el autor, y que en pleno 2015 se tenga que defender que pegar a un niño es maltrato y abuso de poder me parece muy lamentable, porque se tendría que dar por hecho. 

7.- Obligar a hacer las necesidades a los niños cada tiempo determinado o cuando nos venga bien a nosotros es antinatural. Los niños no son robots y si no cagan o hacen pis cuando queremos no tienen la culpa, son como nosotros: seres humanos. Igual que si les quitamos los pañales pueden tardar en acostumbrarse a no hacerse pis o caca encima. Son cosas que pasan.

He resumido el libro en estas siete afirmaciones, hay muchísimas más, pero estas son las que más me han impactado. Todas ellas, si leemos lo que está subrayado, contradicen lo que seguramente se suele decir de los niños, pero, a mi parecer, todas ellas están bien argumentadas y me parecen de lo más lógicas.  

 En realidad vivimos en un mundo en el que cuando a un niño se le dan abundantes muestras de cariño, está muy pegado a la madre y se le duerme en brazos siempre, se le hace mucho caso, se le dan mimos constantemente o se juega habitualmente con él, se dice que se le está consintiendo. Precisamente todo esto es lo que González dice que se debe hacer con los bebés: lo que socialmente se dice consentirlos. ¿Que está mal visto? Puede ser. ¿Que eso es bueno para los niños? Para González, sí.

En resumen, me parece muy bien que, en contraposición a tanta literatura y creencias basadas en el concepto de “mano dura”, establecimiento de límites y demás aspectos parecidos, existan pediatras que nos hagan ver a los niños y bebés como lo que son (ahora viene el momento cursi de la entrada): seres llenos de amor y bondad.
También pienso que ayuda a ver y tratar a los niños (no solo a los hijos propios) desde otra perspectiva, más comprensiva y con más empatía hacia ellos.

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